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El Telégrafo: A un año de la renuncia de los articulistas de opinión.

Por: Mateo Martínez Abarca

A inicios del mes de abril del año pasado, un grupo de más de veinte articulistas de diario El Telégrafo firmamos un manifiesto en el que renunciábamos a escribir en el espacio de opinión, en defensa del proceso de construcción de un medio auténticamente público. El nuevo directorio designado con la anuencia del gobierno, instauró una política editorial de censura a varios artículos en los que se discutía la situación interna por la cual atravesaba el primer diario público del Ecuador; en particular sobre el problema de creación de un periódico de orientación “popular” en las instalaciones y con personal del medio público, que luego se denominó “PP El Verdadero.”

En la carta, los veintiún firmantes protestamos por los actos de censura y expresamos “nuestras dudas respecto de las políticas de conducción de este diario, no solo por parte del actual Directorio, sino por las instancias gubernamentales pertinentes, como es el Ministerio de Telecomunicaciones y, en términos más amplios, el actual gobierno, paradójicamente, el mismo que abrió la oportunidad histórica de contar con medios públicos en el Ecuador.»

Advertimos además que “el conjunto de acontecimientos señalados forman parte de un escenario de destrucción del proyecto de medios públicos en el Ecuador y un mensaje inconfundible de que las instancias responsables no están conectadas con la aspiración social de contar con medios cuya línea de trabajo sea la información de servicio público”.
Finalmente, resaltamos “nuestra profunda convicción en torno a la importancia de construir lo público en el periodismo”, declarando además que “ello supone hacer visibles la pluralidad y el disenso en la producción informativa, algo impensable en el actual sistema monopólico y monológico de medios privados. El Ecuador carga con el peso histórico (y colonial) de la erosión del concepto de lo público en sus diversas formas, por tanto, de una casi total negación, desde la institucionalidad formal, a la construcción de pensamiento crítico.»

El Presidente de la República Rafael Correa, justificó las acciones tomadas declarando que era un diario que no tenia cabida entre los estratos populares, que se habían invertido muchos recursos y que, a final de cuentas, El Telégrafo era un diario que “se hacía para que se lean ellos mismos”, -refiriéndose a sus editorialistas. Vinicio Alvarado –secretario de comunicación de la presidencia en ese entonces- sostuvo que “es un acto lícito y legal de un medio que pretende renovar a sus personeros”. “Hemos sido claros y enfáticos y es importante tener un medio más cercano en su forma de presentarse a los sectores populares y medios bajos”, afirmando que la idea de un medio “popular” se mantenía.

Como respuesta, inicialmente varios de los ex articulistas intentamos construir un espacio alternativo para la producción de opinión y análisis (El Telégrafo en el exilio); buscando distanciarnos de las prácticas de censura que habían comenzado a instaurarse en el diario. Si bien la iniciativa se mantuvo activa hasta el mes de septiembre del 2010, por varias razones no pudo resistir y terminó desapareciendo en el ultimo trimestre de dicho año.

Mientras los articulistas bogábamos en la compleja tarea de crear un nuevo medio (sus principios, su funcionamiento, su sostenibilidad); la situación interna para los periodistas de El Telégrafo se volvía cada vez más crítica. La represión fue acentuándose y muchos comunicadores se vieron obligados a dejar sus fuentes de trabajo, al verse cuestionados los principios básicos que guían la actividad periodística.

Así mismo, la nueva conducción del diario redujo considerablemente el espacio de opinión, y reemplazó a los articulistas renunciantes con otros de una calidad incuestionablemente inferior -pero alineados con las posturas del gobierno-; con excepción de aquellos pertenecientes al anterior proceso que optaron por permanecer en sus espacios (entre otros Xavier Lasso, César Paz y Miño, y sí, inclusive Guillaume Long).

A tal degradación llegó el espacio de opinión, que se publicaron escritos de la más pobre factura, acríticos, mediocres, cargados de vejaciones, atropellos contra el idioma e inclusive en algunos casos –como el del articulista Guido Calderón en su artículo publicado el 23 de Mayo del 2010, bajo el título de «Conaie 2020”-; hasta abiertamente racistas contra los pueblos y nacionalidades indígenas ecuatorianas. (Puede verse esta basura de artículo en el blog de su autor en la siguiente dirección: http://www.guidocalderon.com/2010/05/24/conaie-2020/).

Ha pasado un año y mucha agua ha corrido bajo el puente. Tras la degradación del medio público o diario del Estado al un nivel aún inferior al de Gazeta gubernamental y del rotundo fracaso de PP EL Verdadero, asistimos a una serie de eventos que demostrarían que el gobierno metió la pata espantosamente al debilitar al Telégrafo como medio público, cosa que había sido denunciada en el manifiesto de renuncia mencionado anteriormente.

En los últimos días se ha tomado la iniciativa de lanzar un nuevo cambio radical en la orientación del diario. Si bien apenas tomó control la nueva directiva se eliminó la denominación de “diario público” o “diario del Estado”, en la actualidad se observa un retorno a toda la estética de El Telégrafo de hace 100 años (estrategia claramente comercial); y además a un claro reforzamiento del espacio de opinión, luego del lamentable trabajo de la subdirección del diario encargada del espacio editorial.

Se nombró a alguien con mayor criterio, un ex articulista, ex funcionario de gobierno y militante de Alianza País, Orlando Pérez, para la subdirección. Con eso, parece ser que por arte de magia todas las cosas por las que protestamos hace un año se habrían solucionado; a razón de que varios de quienes firmamos aquella carta de renuncia, retornan hoy en día a la parrilla de articulistas de opinión del diario sin mayor beneficio de inventario.

Si bien no se trata de cuestionar las razones por las cuales varios de nuestros compañeros han vuelto a sus espacios, si aparecen varias inquietudes que hay que plantear de manera frontal: ¿cuál es el estado del debate y el proceso de construcción de los medios públicos en el Ecuador?, ¿es diario El Telégrafo un medio que puede considerarse como público?, ¿en qué medida las decisiones tanto del gobierno y el directorio como las de quienes apostamos por el proyecto de construcción de un diario público, han contribuido a fortalecer o debilitar esta urgente e histórica necesidad?

Si las condiciones han cambiado sustancialmente solo con la llegada de Orlando Pérez a la subdirección, quizás es posible que estas inquietudes puedan ser procesadas a través de los espacios de opinión que han recobrado los compañeros y compañeras en el diario. Si esto no es así, todo este proceso, toda esta pequeña historia de la lucha por la construcción de medios auténticamente públicos y populares, cuyas prácticas se diferencien de los abusos y manipulaciones de los medios privados (o los que sirven al poder), habrá quedado sometida al más abyecto e injusto de los olvidos.

  1. Carlos Villacís
    23 abril 2011 a las 21:25

    Con tu permiso, puse esta nota en mi face…

    • Camila Witt
      25 abril 2011 a las 19:51

      Con su permiso, yo también!

  2. Orlando Pérez
    25 abril 2011 a las 0:18

    Antes que nada habría que aclarar que un medio de comunicación no se reduce a sus páginas editoriales. Como cualquier otro, pero más si se trata de un periódico público, vive y es en esencia un espacio para la información, la reflexión, el servicio y la opinión.
    El comunicado, firmado por los editorialistas, donde se incluyó mi nombre sin haberlo aprobado, rechazaba, hasta ese momento un supuesto: ¿la línea editorial sería otra, se reduciría el debate, se censuraría la opinión?
    Como lo expresé en la reunión de editorialistas, convocada por la subdirectora de ese entonces, Carol Murillo, «no sabemos de qué mismo se trata el nuevo proyecto y lo que debemos hacer es pedir una aclaración al director, Rubén Montoya, para tener elementos que nos lleven a tomar una decisión».
    A la distancia, como lo han comentado otros articulistas firmantes de ese comunicado, fue una decisión apresurada, sin todos los elementos informativos. Pero lo más importante: El Telégrafo, en ese momento, no tenía problemas de carácter editorial, o sea de opinión, sino informativos: no estaba cumpliendo adecuadamente su tarea informativa y de servicio. En la página de Opinión, en cambio, había un alto nivel de reflexión. Pero un diario no se hace solo de editorialistas, sino que es un conjunto de secciones y temas que garantizan una oferta al público para sus diversas demandas. De eso nadie habló en ese momento.
    Si hubo censura a algún artículo Carol Murillo, primero, y luego Rubén Montoya, deberán responder. Además, esa censura, de haber existido, supongo que se habrá explicado al autor/a del artículo y este debió hacerla pública por los medios que considerase más adecuados, pero que yo sepa no existió ni la censura ni la denuncia de la misma.
    Ahora bien, cuando se crea ese blog de los ex-articulistas (el mismo que ha desaparecido por la ausencia de artículos y de actividad de sus creadores, a los tres meses de salir) al primero que censuran para escribir es a mí, bajo el argumento de que yo era funcionario público, tal como me lo dijo Amelia Ribadeneira en su momento. ¿Los censurados estaban censurando?
    Los problemas posteriores a la salida de los articulistas ya son de conocimiento público y es lamentable que haya ocurrido ese ‘bache’ enorme. Lo lamento y lo cuestiono por todo lo que implicó y ahora significa para el relanzamiento: recelo, dudas, incertidumbre y hasta sospecha. Que es exactamente lo que ocurre con este artículo que motiva esta, mi respuesta.
    No entiendo cómo se puede retornar a la estética de hace 100 años. Eso es imposible. Lo que se retoma es el logo tradicional, como lo han hecho otros diarios en Europa y América Latina, para afirmar una identidad que estaba en la memoria de mucha gente. Jamás en un deseo comercial. Eso es hilar fino y desde unas posturas que revelan otras miradas y otras especulaciones. ¿Y dónde está el problema de reforzar la línea editorial? ¿Cuando se la refuerza es un problema o una propuesta de recuperación para potenciar el debate? ¿Ese reforzamiento también tendrá que ver con una estrategia comercial?
    Si los problemas de antes se han solucionado es porque hay y habrá una fuerte y solvente actitud autocrítica con lo que ocurría y ocurre con el diario. ¿Eso es malo? ¿Y eso pasa sólo por mi presencia? No, hay un trabajo de equipo que está dispuesto a dos cosas trascendentales en la vida de cada uno y en la del diario mismo:
    1.- UNA REIVINDICACIÓN DEL PERIODISMO RESPONSABLE
    2.- UNA RECUPERACIÓN DEL SENTIDO PÚBLICO DEL PERIÓDICO
    Lo cual no quita que tenga que autofinanciarse y para ello requiere de potenciar su trabajo informativo como también la conexión con las redes sociales y los actores sociales. Sin ningún afán comercial, pero si en plena competencia con los otros medios que se han autodenominado la única prensa real del Ecuador.
    Quienes han regresado a escribir al diario, que no pasan de cuatro, otros dijeron que no desde la primera insinuación, supongo que lo hacen por la garantía de confianza y credibilidad en el periódico que ven y comparten, no el que hicieron antes ni tampoco en el ideal de periódico que muchos tenemos. Es de su absoluta responsabilidad escribir y no hay por qué generar sospechas de su decisión.
    Por lo mismo, el estado del debate sobre la construcción de los medios públicos está ahí, en esas páginas, en el nuevo diseño, en las propuestas editoriales y hasta comerciales del diario. No se trata de un invento ni un milagro, ocurre porque hay unas ideas que dan sentido a la propuesta. Un medio no se hace desde el debate, parte de él pero se concreta en lo real y posible. Y ahí está la propuesta para que sea criticada, pero también enriquecida.
    El Gobierno, en las condiciones y en las circunstancias de esta época, es el propietario del diario, pero eso no implica que su política sea la que determine estrictamente la línea editorial, para ello basta leer las ediciones de este mes y luego comentarlas, no sobre la base de la especulación. Este Gobierno es el primero en la historia que garantiza, crea las condiciones y propone la realización de los medios públicos, comunitarios y privados bajo una ley que está en debate, sobre la base de una Constitución que lo ampara. Si hay tanta energía y capacidad para hacer otros, entonces hagamos la propuesta y generemos la creación de esos medios públicos que nos parece deben existir en el Ecuador. No hay límite para la creación.
    Las páginas del diario no están para saldar cuentas con las decisiones que los responsables tendrán que ofrecer. Esta nueva etapa de El Telégrafo es para CONSTRUIR ese medio público que colectivamente queremos imaginar y concretar. No queremos echar tierra al pasado, pero tampoco vamos a dedicar mucho tiempo a desenterrar entuertos y someternos a la búsqueda de culpables. La prueba está que frente a lo que se hizo mal antes, la respuesta ha sido un periódico dinámico, colorido, de contenidos y debate, pues les recuerdo que las columnas de opinión ahora acompañan a los temas en cada una de las secciones y no sólo en la sección de Opinión. Por eso hay especialistas y catedráticos para opinar, en ese mismo momento, sobre los temas que propone el diario.
    Recién empezamos. Y por suerte ya se ha ‘levantado polvareda’. A ratos sobre los temas, el diseño, las fotos, las coberturas y la sección Medios. A ratos, con menos ‘bulla’ por los editoriales de sus columnistas. Pero hemos arrancado y creo que con la felicitación de algunos, la sospecha de otros, la espera de muchos.
    Ahí estamos, abiertos y tolerantes, para ser criticados, apoyados, abucheados y aplaudidos si algún rato hace falta.
    Orlando Pérez
    Subdirector
    El Telégrafo

    • lemosrayo
      27 abril 2011 a las 14:17

      Estimado Orlando,
      Antes que nada, quiero expresarle mi reconocimiento por manifestar de forma pública su opinión con respecto al artículo “El Telégrafo: A un año de la renuncia de los articulistas de opinión” publicado en http://www.lemosrayo.wordpress.com.
      Sin embargo, me parece que su respuesta en cuanto a las inquietudes planteadas en el artículo, no nos permite aún despejarlas. Me permito a continuación replicar algunas de las cosas que Ud. expresa, con el ánimo de aclarar algunos puntos de manera respetuosa.
      1. “El comunicado, firmado por los editorialistas, donde se incluyó mi nombre sin haberlo aprobado, rechazaba, hasta ese momento un supuesto: ¿la línea editorial sería otra, se reduciría el debate, se censuraría la opinión?”

      En primer lugar, tengo entendido que todos quienes firmamos la carta de renuncia lo hicimos de común acuerdo y que no se incluyó ningún nombre y ninguna firma sin la aprobación previa de todas las personas. Me extraña de sobremanera que Ud. manifieste que la inclusión de su nombre se realizó sin su aprobación. Me extraña –así mismo- que de ser así, no haya solicitado Ud. en ese entonces que se retire su nombre de la carta. Otros articulistas inicialmente que inicialmente estuvieron de acuerdo, solicitaron posteriormente no ser incluidos –me reservo sus nombres por respeto a la privacidad de sus decisiones-.

      2. “Si hubo censura a algún artículo Carol Murillo, primero, y luego Rubén Montoya, deberán responder. Además, esa censura, de haber existido, supongo que se habrá explicado al autor/a del artículo y este debió hacerla pública por los medios que considerase más adecuados, pero que yo sepa no existió ni la censura ni la denuncia de la misma.”

      La censura fue patente una vez instalado el nuevo directorio. Se despidió a Rubén Montoya por publicar un editorial en el que hacia mención a la no publicación de una nota. Fueron despedidos también los editores Mariuxi León, Fausto Lara y David Sosa. Luego de la renuncia de Carol Murillo, se censuraron los siguientes artículos: “Estrategia de aniquilamiento” (Gustavo Abad 1 de abril), “Telón” (Silvia Buendía, 1 de abril), “De la censura y los medios públicos” (Alicia Ortega, 1 de abril) “El Telégrafo” (Pablo Ospina Peralta, 3 de abril), “Sincerémonos” (Mariana Neira, 5 de abril) “Público y gubernamental” (Lucrecia Maldonado, 6 de abril).
      La carta de renuncia fue justamente la denuncia de estos atropellos y se hizo públicamente. Los artículos censurados se publicaron en la página de El Telégrafo en el exilio así como la carta en mención. Hasta el CIESPAL (en su foro “Mediaciones”) se solidarizó con los periodistas y los articulistas. Todos los otros medios nacionales informaron de la situación.
      Me parece no solo improbable sino imposible que Ud. no haya conocido bien estos hechos. Considero personalmente que con las afirmaciones que Ud. realiza, está contribuyendo a la invisibilización histórica de los problemas que acontecieron hace un año en El Telégrafo, que son parte del proceso de construcción del diario como medio público.

      3. “Ahora bien, cuando se crea ese blog de los ex-articulistas (el mismo que ha desaparecido por la ausencia de artículos y de actividad de sus creadores, a los tres meses de salir) al primero que censuran para escribir es a mí, bajo el argumento de que yo era funcionario público, tal como me lo dijo Amelia Ribadeneira en su momento. ¿Los censurados estaban censurando?”

      “Ese blog de los ex articulistas” estuvo activo hasta octubre del 2010 (publicando importantes artículos sobre los acontecimientos del 30 de septiembre.) Aunque fue poco tiempo, no fueron tres meses. En todo caso, sería interesante analizar también qué se dijo en la reducida página de opinión de El Telégrafo durante ese lapso de tiempo.
      Por otra parte, la política editorial del blog fue justamente abolir la censura de la cual fueron objeto varios articulistas en el diario. Como editor del blog, no recibí nunca un artículo de su autoría ni observé ningún debate colectivo en el que se haya discutido su no participación a razón de que era funcionario público. Tengo entendido que cuando Ud. aceptó su cargo en la Secretaría de Pueblos, Carol Murillo –subdirectora en ese entonces de El Telégrafo-, suspendió su colaboración justamente con el fin de mantener el carácter público y no gubernamental del diario y su espacio de opinión. Ello no impidió sin embargo, que en varias ocasiones funcionarios y ciudadanos participen como invitados en los debates del espacio de opinión del propio diario.

      4. «No entiendo cómo se puede retornar a la estética de hace 100 años. Eso es imposible. Lo que se retoma es el logo tradicional, como lo han hecho otros diarios en Europa y América Latina, para afirmar una identidad que estaba en la memoria de mucha gente. Jamás en un deseo comercial. Eso es hilar fino y desde unas posturas que revelan otras miradas y otras especulaciones. ¿Y dónde está el problema de reforzar la línea editorial? ¿Cuando se la refuerza es un problema o una propuesta de recuperación para potenciar el debate? ¿Ese reforzamiento también tendrá que ver con una estrategia comercial?»

      La pregunta de por medio aquí es ¿por qué el logo tradicional al cual retornan ahora –logo y marca provenientes del tiempo en que el diario que fue privado- no incluye en ninguna parte la caracterización de El Telégrafo como medio público? Esta inquietud no tiene nada que ver con “hilar fino” o levantar sospechas innecesarias. Se trata de preguntarse sobre la propia identidad del diario. No entiendo a qué miradas o especulaciones se refiere Ud.
      Por otra parte, no hay ningún problema en reforzar la línea editorial. El problema está en que no se puede pretender que no ha pasado nada en el último año en cuanto al proceso de construcción de los medios públicos. El retorno de varios ex articulistas que participaron de la carta de renuncia a la página editorial del diario, exigía –por lo menos- alguna clase de reflexión en este sentido.
      Aprovecho para insistir en la necesidad de debatir sobre esto en las páginas del propio diario. ¿Existe esa apertura? Le invito a demostrarla frente a toda la ciudadanía abriendo este necesario y urgente debate.

      5. “Por lo mismo, el estado del debate sobre la construcción de los medios públicos está ahí, en esas páginas, en el nuevo diseño, en las propuestas editoriales y hasta comerciales del diario. No se trata de un invento ni un milagro, ocurre porque hay unas ideas que dan sentido a la propuesta. Un medio no se hace desde el debate, parte de él pero se concreta en lo real y posible. Y ahí está la propuesta para que sea criticada, pero también enriquecida.”

      Quizás Ud. confunde “debate” –que es un acto público de discusión de ideas- con “decisiones internas de la directiva del diario”. Es absolutamente claro que no hubo ningún debate público con respecto a la creación del periódico “PP El Verdadero” dentro de la estructura de El Telégrafo. Cuando el debate sobre los medios públicos se desarrollaba en torno a la nueva Ley de Comunicación, acontecieron los hechos dentro del diario hace un año. Luego del bloqueo legislativo y postergación del tratamiento de la Ley de Comunicación, el debate sobre los medios públicos quedo relegado e inconcluso. ¿A qué debate sobre la construcción de los medios públicos se refiere cuando sostiene que se encuentra expresado en la nueva propuesta actual?
      Me parece que un medio público debe hacerse desde el debate público. De otra manera no es público y tampoco cumple su función de servicio. Se ha cuestionado incesantemente a los medios privados por esta razón (por representar intereses privados) y lamentablemente “desde lo real y lo posible” se ha manejado el diario de la misma forma durante este último año. Esperamos de todo corazón que esta nueva propuesta que se lanza ahora en el diario recupere honestamente todas las implicaciones que el concepto de “lo público” tiene. Entre otras, la necesidad irrestricta de debatir ideas.

      6. “El Gobierno, en las condiciones y en las circunstancias de esta época, es el propietario del diario, pero eso no implica que su política sea la que determine estrictamente la línea editorial, para ello basta leer las ediciones de este mes y luego comentarlas, no sobre la base de la especulación. Este Gobierno es el primero en la historia que garantiza, crea las condiciones y propone la realización de los medios públicos, comunitarios y privados bajo una ley que está en debate, sobre la base de una Constitución que lo ampara. Si hay tanta energía y capacidad para hacer otros, entonces hagamos la propuesta y generemos la creación de esos medios públicos que nos parece deben existir en el Ecuador. No hay límite para la creación.”

      No. El Gobierno Nacional no es el propietario del diario. En esto Ud. comete un serio error al confundir “Gobierno” con “Estado”. El Telégrafo fue incautado por la Agencia de Garantía de Depósitos (AGD) el 8 de marzo del 2002 para subsanar las perdidas ocasionadas por el banquero Fernando Aspiazu (propietario del 99.63% de sus acciones), durante el periodo de crisis y salvataje bancario. Actualmente tengo entendido que se encuentra bajo control del Ministerio de Finanzas, que lo recibió de la AGD.
      A lo mucho, el gobierno podría declararse “administrador” de este y otros bienes incautados, pero jamás su propietario. El propietario es el Estado, el cual representa a toda la sociedad ecuatoriana. La Constitución determina claramente el lugar de los medios públicos y la Constitución (y los medios públicos) son para todo el pueblo ecuatoriano y no solo para el Gobierno Nacional.
      De ninguna manera se trata de menoscabar el importante impulso político que el Gobierno dio en sus inicios a la propuesta de construcción de medios públicos. Todo lo contrario: se trata de recordar vehementemente su responsabilidad –así mismo, política- en su construcción o debilitamiento.

      7. “Las páginas del diario no están para saldar cuentas con las decisiones que los responsables tendrán que ofrecer. Esta nueva etapa de El Telégrafo es para CONSTRUIR ese medio público que colectivamente queremos imaginar y concretar. No queremos echar tierra al pasado, pero tampoco vamos a dedicar mucho tiempo a desenterrar entuertos y someternos a la búsqueda de culpables. La prueba está que frente a lo que se hizo mal antes, la respuesta ha sido un periódico dinámico, colorido, de contenidos y debate, pues les recuerdo que las columnas de opinión ahora acompañan a los temas en cada una de las secciones y no sólo en la sección de Opinión. Por eso hay especialistas y catedráticos para opinar, en ese mismo momento, sobre los temas que propone el diario.
      Recién empezamos. Y por suerte ya se ha ‘levantado polvareda’. A ratos sobre los temas, el diseño, las fotos, las coberturas y la sección Medios. A ratos, con menos ‘bulla’ por los editoriales de sus columnistas. Pero hemos arrancado y creo que con la felicitación de algunos, la sospecha de otros, la espera de muchos.
      Ahí estamos, abiertos y tolerantes, para ser criticados, apoyados, abucheados y aplaudidos si algún rato hace falta.”

      La intención de mi artículo es promover la discusión sobre un problema trascendental para el país. No se trata de desenterrar entuertos o buscar culpables, sino de recuperar el debate y asumir responsabilidades políticas donde las haya. La polvareda que se levanta es necesaria e imprescindible y de todo corazón esperamos que sea un pequeño aporte a un proceso histórico que como sociedad intentamos construir.
      Si existe apertura y tolerancia, que sea El Telégrafo como diario público –si es que aún lo es-, el espacio donde se despejen estas y otras inquietudes, con la participación y aportes de toda la ciudadanía. De otra manera comprobaremos públicamente que el sentido de lo público ha quedado delimitado por lo gubernamental.
      Mis mejores deseos para Ud. en esta etapa y mi invitación para que promueva también este debate.

      Mateo Martínez Abarca

  3. lemosrayo
    25 abril 2011 a las 9:52

    Vía correo electrónico, Simón Pachano -profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y articulista de Diario El Universo-, nos hace llegar las siguientes preguntas para Orlando Pérez, que procedo a publicar con el fin de alimentar la línea de debate iniciada por este artículo:

    Mateo, dos preguntas y media para Orlando Perez:

    1. ¿El presidente Correa estuvo secuestrado en el hospital de la Policía,
    o solo retenido como el Dr. Echeverría Gavilanez?
    2. ¿Ha sacado El Telegráfo la noticia de la censura al libro El gran
    hermano en la feria de Buenos Aires? Y media: ¿En que se diferencia esa
    censura de las que hacian las dictaduras militares?

  4. 25 abril 2011 a las 12:04

    estoy confundida con todo esto.
    Muchas veces me he arrepentido de haber dejado El Telégrafo, pues si bien es cierto que se dieron circunstancias reprochables en su manejo, a mí me suele mover por otro lado una intención de apoyar al régimen y su proceso al menos en este momento en donde pienso que se juegan muchas cosas como para ponerse con ciertas «exquisiteces».
    Sin embargo, veo que estamos cayendo otra vez en eso que creo que a los ecuatorianos nos encanta (¿a los humanos?): la discusión interminable. El baño de sangre argumentativo. El tenis verbal, sea del tamaño que sea la pelota.
    Hace poco Hernán Ribadeneira se comunicó con todos nosotros, creo, debido a una ‘invitación’ que algunos ex editorialistas habían recibido (yo no entre ellos) para volver a colaborar con el diario. Hernán proponía una reunión para conversar sobre eso y otros temas. No pude ir. Tampoco he vuelto mucho por la página editorial del periódico sino cuando Raúl Vallejo me envía enlaces a los artículos de su hijo Sebastián, que me parecen bastante buenos. O los artículos que me envía Juan Paz y Miño.
    Creo que los cambios y las revisiones son buenos, sobre todo cuando se han producido errores. Creo que hay que mantener apertura, sobre todo quienes creemos que estamos en un mismo barco, ante las posibles mejoras de uno u otro tipo que se pretendan dar dentro de un sistema. Lo que cuestionamos fue un autoritarismo que se comenzó a generar al interior del periódico, sobre todo en la estructura laboral y en la aceptación de ciertos artículos.
    Desde entonces, ha llovido bastante. No sé qué habría ocurrido o cuál sería mi posición de no mediar en ese camino algo tan espantoso como el 30 de septiembre. Huelga decir que apoyo la gestión de este gobierno en sus líneas generales y que, por otro lado, también me siento capacitada para señalar aquellos errores que pueda detectar, no con un afán de crítica inútil sino con el sincero deseo de apoyar a que un proyecto con el que me identifico salga adelante a pesar de la jauría de opositores de todo signo que lo único que a veces parecen tener es un gadejo impresionante.
    Sobre el tema de los periodistas, del periódico y todo esto, creo que más allá del yo te dije y me dijiste, más allá del no es así o del es que ustedes y el es que nosotros deberíamos ver ahorita cuáles son los puntos en común y qué partes de la discusión nacen más del deseo de caminar hacia delante que todos tenemos y no del orgullo o el revisionismo a ultranza.
    En fin, no sé si me expliqué, si me expresé o si me confundí más. Pero necesitaba expresarme yo también.
    Saludos cordiales,

    Lucrecia Maldonado

    • Orlando Pérez
      27 abril 2011 a las 12:06

      Lucrecia yo lamento cómo se maneja el debate en este país. Todo es de una polarización extrema y de una precariedad para argumentar. Ahora Correa es casi casi igual a los peores presidentes que hemos tenido.
      Coincido contigo que fue algo apresurado lo que ocurrió con los editorialistas. Algunos de los firmantes, en privado, me lo han dicho. Muchos de ellos, también han dicho que el espacio no se debió perder.
      Solo añado que la construcción de un medio público, en nuestro país, en esta coyuntura, no sólo que es difícil sino que todo lo que se haga o deje de hacer será para poner de un lado o de otro, y así no se puede construir nada.
      Todo lo bueno que hagamos en este diario (y ya algunas cosas) no será ni destacado ni valorado en su justa dimensión. Si un pequeño error cometemos nos caerán con todos.
      Esa es la realidad

  5. José Molina Reyes
    25 abril 2011 a las 14:48

    Yo tengo una pregunta para Orlando:

    Entonces, ¿podría indicarnos a qué exactamente se refería el Presidente de la República cuando dijo que El Telégrafo se había convertido en un medio en el que escribía un grupo de intelectuales que sólo se leen entre ellos?

  6. Orlando Pérez
    27 abril 2011 a las 11:57

    La respuesta a Simón Pachano:
    1.- En el caso del doctor Enrique Echeverría es plagio, revisa cualquier código penal y encontrarás la diferencia. Si quieres relacionar lo uno con lo otro, te pido de favor revisar las leyes.
    2.- Sobre la Feria del Libro de Argentina te ruego revisar la noticia de El Telégrafo del domingo pasado. Y si te informas mejor, espero que no hagas la comparación con las dictaduras. Me sorprende de tu parte esa comparación.

  7. Orlando Pérez
    27 abril 2011 a las 11:58

    La respuesta a José Molina:
    ¿Cómo quieres que interprete el pensamiento del presidente Rafael Correa? ¿Le doy pensando?

  8. José Molina Reyes
    27 abril 2011 a las 12:46

    Orlando, te pregunté porque me dio la impresión de que intentabas justificar la actitud del Presidente frente a la crisis interna de El telégrafo.

    • Orlando Pérez
      28 abril 2011 a las 11:51

      Con base a las impresiones podemos empedrar el camino a la desinformación y a la malainterpretación de los pensamientos propios y ajenos.

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