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Cuando la memoria falla: el discurso falaz sobre DDHH de Alexis Ponce


Por: Mateo Martínez Abarca

Hace pocos días circuló en las redes sociales un texto redactado por Alexis Ponce, ex fundador y vocero de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) y actual asesor de la Secretaria Nacional de Agua. El tema del texto es la audiencia que se realizó hace pocos días en la CIDH en Washington, en la que varios periodistas y actores sociales expusieron ante la comisión lo que consideran varias violaciones a los Derechos Humanos por parte del gobierno de la Revolución Ciudadana.

Alexis Ponce. Foto: http://www.emelnorte.com

En la comisión estuvieron periodistas como Christian Zurita y Juan Carlos Calderón (autores de la investigación sobre los contratos del Estado con el hermano del presidente Rafael Correa, actualmente enjuiciados por el presidente), varios representantes de diario El Universo, Fundamedios, así como dirigentes indígenas como el presidente de la CONAIE, Humberto Cholango. Por tratarse de un problema que toca el estado de los Derechos Humanos en el Ecuador, se vuelve necesario aportar con herramientas críticas a un debate que debe hacerse de manera pública. El siguiente comentario pretende examinar algunas claves que aparecen en el pronunciamiento de Ponce justamente para contribuir a este necesario debate.

En primer lugar hay que señalar que el texto de Alexis Ponce no puede leerse sin recordar que se trata de un activista histórico de los Derechos Humanos en el Ecuador. Esto tiene dos implicaciones: por un lado, se trata de una voz a quien se le reconoce una trayectoria de lucha por los DDHH. Por otro, es una voz que intenta hablar desde esa trayectoria, pero actualmente desde una posición dentro del gobierno como funcionario público. Por esta razón así como no se puede leer su texto sin considerar su trayectoria en los DDHH, tampoco se puede desconocer su posición política y sus acciones como funcionario público.

La contradicción primera que atraviesa el texto es la de un activista de la “sociedad civil”, que hoy tiene un cargo en el gobierno. Y es necesario señalarla porque hay que distinguir desde qué lugar de enunciación nos habla. ¿Nos habla Ponce como activista o como funcionario del gobierno de la Revolución Ciudadana? ¿Se puede enunciar un discurso desde una posición en la sociedad civil sin distinguirlo de uno que proviene desde dentro del Estado? Dejemos un momento esta contradicción del sujeto enunciante del discurso para su examen más adelante como un problema político para la izquierda.

En segundo lugar, el texto de Ponce tiene un tipo de argumentación formal que de entrada incurre en una serie de adjetivaciones y juicios de valor que no son propios de una “investigación” o “análisis”; apareciendo además en todo el texto falacias ad hominem ofensiva. Como se sabe, la falacia ad hominem busca descalificar al adversario antes que refutar su argumentación. Esto hace que las palabras de Ponce solo puedan ser leídas no como un análisis o investigación –que en este caso se proponía desnudar las “nuevas estrategias de desestabilización del Mashi Correa”, sino como un discurso claramente político.

El adversario que aparece en el texto de Ponce son los periodistas del “establishment criollo” los dirigentes de la CONAIE –organización que antes podía contar entre sus aliados al propio Ponce-, “viajantes de las ONG´s ecológicas” –algunas de las cuales podían contar también a Ponce no solo como su aliado en las luchas de defensa de la naturaleza sino también como su amigo-; así como a una serie de fundaciones y organizaciones de los EEUU. Todos los adversarios en el mismo saco como granos en una fanesca. Dicho de otra manera, entre Diario El Universo (medio impreso que carga las posiciones de la derecha más reaccionaria)[1], periodistas de investigación serios como Calderón y Zurita y dirigentes de uno de los movimientos sociales más importantes, más imprescindibles de América Latina, no hay diferencias. Son todos la misma cosa y lo que hace que no pueda distinguírseles, es su oposición al Gobierno de la Revolución Ciudadana y su reclamo ante la CIDH.

Desde el punto de vista analítico, la presencia de esta generalización indiscriminada revela una especie de maniqueísmo conceptual, que dicho sea de paso es el que atraviesa al propio gobierno. Para la Revolución Ciudadana cualquier posición crítica desde las organizaciones de izquierda o los movimientos sociales es vista como “hacerle el juego a la derecha”. En este sentido, solo se puede estar de acuerdo con el gobierno o de otra forma automáticamente la posición se vuelve de derecha. El problema es que este razonamiento no tienen ninguna sustentación lógica que no sea la de descalificar o la de obligar a los otros por la fuerza a estar de acuerdo. “O con nosotros o en nuestra contra” dijo alguna vez George W. Bush al plantear su guerra criminal contra los pueblos de Afganistán e Irak, denominada guerra contra el terrorismo. [2]

Sorprende entonces que aparte del poco rigor conceptual se utilice una estructura de pensamiento que es propia de la peor de las derechas. Y en esto no estoy descalificando a Ponce como persona sino a la estructura de pensamiento que aparece en el texto (y que asfixia al gobierno). El problema es que como militantes de izquierda no podemos -y más aún no debemos- utilizar el mismo esquema miserable con el que las fuerzas retrogradas ven el mundo. La CONAIE, los ecologistas populares, los periodistas serios y críticos no sirven a los intereses de la derecha. No lo han hecho nunca. Pero si existen gobiernos que traicionan sus presupuestos originales y en el balance de poder van cediendo sus aspiraciones a las fuerzas reaccionarias, así como existen militantes o activistas que se extravían dentro de un Estado que estructural e históricamente, es una forma siempre autoritaria de gestión del capital.

Hace algún tiempo circuló una investigación realizada por la abogada venezolano-estadounidense Eva Golinger. En ella, sin mayores pruebas, se argumenta que varios dirigentes indígenas estarían vinculados a una conspiración para desestabilizar al gobierno de Correa, financiados por la National Endowment for Democracy. En varias ocasiones, el gobierno ha señalado que los indígenas están siendo manipulados o financiados por la extrema derecha de los EEUU. Evidentemente nunca han pasado estas declaraciones de puras anécdotas de cadena sabatina, a razón de que la investigación de Golinger se refiere a un periodo anterior al del gobierno actual y tampoco provee pruebas contundentes. Sin embargo para el gobierno la CONAIE recibe dinero de la extrema derecha de EEUU para desestabilizar la Revolución Ciudadana. Semejante fantasía, ¿acaso tiene alguna lógica?

Es esta carencia de lógica la que trasluce también el texto de Alexis Ponce, el cual –una vez definidos los adversarios locales antes mencionados- procede a hacer un prontuario de algunas ONGs norte americanas como la DPLF o Human Rights Watch. Sobre estas, habría que pedirle también a Golinger una investigación seria y fundamentada y no esos pasquines de teoría de la conspiración que parecen una bitácora de sus horas en internet. Cuando la izquierda pierde criterio, queda en el mismo lugar que la derecha, la cual nunca lo ha tenido. Para hablar de estrategias de desestabilización sería bueno probarlas.

Esto es justamente lo que no ocurre en el texto de Alexis Ponce. Hubiera sido pertinente ver las pruebas o argumentos para sostener esta hipótesis de desestabilización, pero lo único que se encuentra es un historial de las relaciones de estas organizaciones. Importa un comino que hagan cenas donde van representantes de Nike o Reebok o del Dialogo Interamericano, si es que la acusación no pasa de eso, es decir, de que comen juntos. Si vamos por ese camino, bastaría suponer con quien almorzaba Nathalie Cely cuando era ministra de coordinación de la producción, para definir la composición de la fracción de la clase dominante que apoya al gobierno. O con quien va a almorzar ahora, que es embajadora plenipotenciaria en el Imperio.

Dicho de otra manera, estos elementos en el discurso de Ponce no sirven analíticamente para absolutamente nada. Podrían servir, eso sí, para una revista de farándula. Pero a una izquierda que necesita herramientas críticas solidas, no. Finalmente, Ponce arremete contra la CIDH y contra la OEA. Históricamente, la OEA ha sido el “ministerio de colonias del imperio”, eso no se puede discutir. Pero tampoco se puede discutir que la CIDH ha logrado construir una cierta autonomía y legitimidad en materia de Derechos Humanos. Esto Ponce lo sabe bien o no hubiera siquiera presentado denuncias ante la CIDH como la que realizó la APDH en el año 2000 contra los gobiernos de Colombia y los EEUU, por los efectos del Plan Colombia en el Ecuador. ¿La CIDH era un instrumento de derechos humanos válido en ese entonces y ahora no?[3]

Si seguimos esa línea argumental entonces ningún instrumento internacional de derechos humanos tendría legitimidad. La carta de la ONU y el estatuto de la corte internacional de justicia no sirven para nada porque son los EEUU los principales contribuyentes de recursos al sistema de las Naciones Unidas. Sin negar el uso político de los derechos humanos por parte de países como los EEUU –que en efecto violan los DDHH de su población y de otros pueblos para luego ir dando lecciones de moral por todo el mundo-, este es otro problema que requiere otro tipo de abordaje. La peligrosa conclusión a la cual se podría llegar en base a los argumentos de Alexis Ponce, es que los instrumentos internacionales de DDHH no tienen legitimidad frente a la soberanía nacional.

El mismo argumento dio la dictadura de Pinochet ante el establecimiento de órganos como el tribunal Russell. Entonces las obligaciones sobre DDHH son discrecionales y tendríamos que confiar en que los gobiernos sean lo suficientemente buenos, progresistas y no represores como el de la Revolución Ciudadana, para esperar que los derechos estén plenamente garantizados. Lastimosamente ese gobierno de fantasía no es el actual: presos políticos como Marco Guatemal dirigente de la FICI encarcelado bajo la acusación de terrorismo -200 dirigentes, la mayoría indígenas, perseguidos-, Dayuma, represión a la comunidad de Río Grande por oponerse al proyecto multipropósito Chone, militarización en Intag, agresiones y descalificación a la población que resiste a la minería en el sur del país, despidos de funcionarios del sector público entregadas por la policía. Cadenas nacionales y ocupación fáctica de los medios por parte del gobierno para atacar a sus oponentes sin derecho a réplica, judicialización de la política. Violencia autoritaria del Estado, la misma que hasta hace poco combatió también Alexis Ponce desde la APDH, junto a la CONAIE y organizaciones ecologistas populares.[4]

Con lo que sí se puede estar de acuerdo con Ponce es que hay que reformar los organismos e instituciones internacionales de manera urgente. Esta es probablemente la única propuesta que puede rescatarse de su discurso, aunque llame “Mashi” a alguien que aplica la colonialidad del poder sobre los pueblos indígenas de una manera tan desagradable como Correa.

En conclusión, la contradicción de la que se hablaba anteriormente no puede neutralizarse sin que se anule uno de los términos o se convierta en un doble discurso. Alexis Ponce no puede enunciar su voz desde la comunidad de DDHH porque ahora el lugar desde el que habla es el Estado. El Estado autoritario que construye la Revolución Ciudadana, opuesto al que se expresa en la hoja de ruta de transformaciones que es la Constitución de Montecristi. Esta última es solo el inicio, pues el objetivo revolucionario apunta mucho, muchísimo más allá.

El discurso político de Ponce representa a una izquierda que imbrica su destino al de un gobierno cada vez más reaccionario pero que solo se sirve políticamente de ella para justificar sus atropellos. Aparte de ese triste papel, la izquierda de la Revolución Ciudadana no tiene otro, pues las decisiones estructurales están en manos de los sectores más retrogradas que integran el gobierno. Eventualmente, en un futuro no muy lejano, esa izquierda sin argumentos, cómplice y acrítica como la de Ponce, deberá rendir cuentas ante la historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


[1] Hay que recordar a Alexis Ponce que a pesar de que históricamente las víctimas de las violaciones de derechos humanos son las y los luchadores progresistas y los victimarios los gobiernos y las dictaduras de derecha; la aplicación y vigencia de los mismos es para toda la humanidad. Entonces, ¿Cuál es el problema en que quienes se encuentran a la derecha, como diario El Universo, exijan su cumplimiento si sienten que son vulnerados? ¿Tenemos posiciones de izquierda solo para con la izquierda y somos derechistas con la derecha? La lucha por la emancipación lo que busca es liberar a la humanidad entera, inclusive a quienes la subyugan.

[2] Baste recordar en este punto que, durante este gobierno revolucionario, la persecución judicial contra los dirigentes indígenas que protestan contra el  extractivismo es también bajo el argumento de terrorismo.

[4] Por cierto, decir que las organizaciones indígenas nunca acusaron a ningún gobierno conservador es falso. Está por ejemplo el caso de Sarayaku en el gobierno de Lucio Gutiérrez. ¿Será que cuando se pasa por el Estado se pierde también la memoria?

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  1. 17 noviembre 2011 a las 8:43

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